miércoles, 16 de septiembre de 2009

Mejor quedarse con la primera opción, siempre.


Cuando hay un impulso, un deseo, y la persona no es capaz de satisfacerlo, aparece entonces lo que en Psicología se llama frustración. Que se manifiesta como un estado de vacío o de anhelo insaciado.
El proceso de madurez no es más que una larga carrera de obstáculos. A lo largo del desarrollo vital nos encontramos con numerosas barreras que impiden o dificultan la realización de nuestros deseos e impulsos.
La auténtica madurez se consigue cuando asumimos nuestras limitaciones. Cuando sabemos convivir con las frustraciones producidas ante acontecimientos insuperables. Cuando nuestras metas y objetivos se asientan sobre un plano real, relegando nuestras fantasías al campo de la ensoñación, sabiendo en todo momento que no somos dioses ni superhombres.
La misma situación, puede influir de manera muy diferente en dos personas. Por ejemplo, un suspenso puede motivar a alguien para estudiar más o cambiar su método de estudio, y puede también desmotivar por completo a otro que pierde la confianza en su capacidad para conseguir cosas por sí mismo.
De una experiencia dolorosa, unas personas aprenden, reflexionan y obtienen conclusiones positivas que les hacen por ejemplo más flexibles, tolerantes e incluso fuertes. Otras, sin embargo, se hunden y no ven salida.
No os descubro ningún gran secreto, lo sé.

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